domingo, 17 de febrero de 2013

Esclavitud en colombia


Antes de que el número de indígenas comenzara a disminuir, las solicitudes para permitir la importación de esclavos eran frecuentes entre empresarios mineros, funcionarios, comerciantes y misioneros. La razón aludida para dichas solicitudes era que un esclavo negro trabajaba dos y hasta tres veces más que un indígena.
La introducción masiva de esclavos negros comenzó a finales del siglo XVI. Resultaba claro que la reducción demográfica indígena hacía que la esclavitud pareciera la única solución a la crisis de mano de obra. La Corona española se puso por encima de las inquietudes morales planteadas por algunos religiosos y autorizó directamente la trata de esclavos.
A la Nueva Granada llegaron esclavos provenientes de Guinea, Sierra Leona, el Congo y Angola. Los negros llegados de esas tierras eran portadores de una cultura tecnológica superior, en algunos aspectos, a la de las culturas aborígenes y, por esa razón, los españoles los preferían para realizar trabajos que requerían la aplicación de una técnica específica.
La Corona, en principio, otorgó licencias a particulares para introducir un número reducido de esclavos, destinados al servicio doméstico. Esto hizo que el precio de los trabajadores se encareciera y, después de algunos años, la trata de negros fue entregada, por los monarcas españoles, a compañías portuguesas mediante la celebración de diversos contratos.
Durante el siglo XVIII, el monopolio de la trata de esclavos estuvo en manos de Inglaterra, Francia y Portugal, a través de las compañías Mar del Sur, Guinea y Cacheu, respectivamente. Para 1789, y debido a la demanda constante de los colonos, la Corona española liberó el comercio de esclavos y el número de esclavos africanos que llegaron al puerto de Cartagena aumentó notablemente.
Aunque el número de esclavos introducidos a Colombia no es exacto, según la documentación que reposa en el Archivo General de la Nación y en algunos textos de la época, la cifra se aproxima a los 200.000.

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